Sinfonía matutina
Handal y Trejo logran converger sus estilos y lenguajes en esta pieza interactiva. En ellas existe la inquietud por hacer suyos los discursos del arte contemporáneo y sugerir al público la belleza de la vida, que emana desde la montaña misma. El trinar de las aves y su revoloteo permite recrear una escena que se asemeja a una sinfonía, en la que cada uno de los elementos que la componen se convierten en uno mismo. El formato de la obra la reviste de una característica muy intrínseca, la colaboración entre los individuos para alcanzar los sanos y nobles propósitos de la vida.
Una tarde en el jardín encantado
La artista logra inducir al espectador, por medio de los acertados elementos que componen la obra, a un espacio de exaltación de la belleza natural. La selección de materiales, el empleo de líneas sencillas y el adecuado uso de los colores, permiten valorar esa idea de perfeccionismo de los sublimes momentos que la autora pretende resaltar. Las características del montaje de la pieza hacen que esta creación se contemple a mayor cabalidad desde su interior. Metafóricamente, esta instalación nos abraza, transmite seguridad, quietud, alegría y nos estimula a meditar.
#reflejosdelmerendón
El estado de conservación y protección de la montaña del Merendón es, en gran medida, el reflejo de aquello que como individuos y sociedad hemos sido capaces de hacer por esta zona protegida. De manera bastante alegórica y sencilla, la artista logra confrontarnos con esa imagen de la naturaleza que, por la intervención nuestra, ve afectado sus ciclos. Handal logra contagiarnos de energía, positivismo y el deseo de transformar nuestros reflejos para la conservación de los tesoros naturales, esenciales para la salvaguarda de nuestras propias vidas.
Maru en su Tulián encantado
Esta pintura, inspirada en la naturaleza del jardín de la madre de la artista, evoca, con un toque mágico, surrealista o de cuento, la belleza de la flora y fauna del Merendón. Es un viaje similar al de Alicia en el país de las maravillas, donde el sujeto (Maru) se encuentra en su lugar favorito, rodeada de las distintas plantas que sembró a lo largo de los años y acompañada por su ave predilecta, el zorzal, que la deleita todas las mañanas con su canto. Por medio de la obra, la artista decide rendir tributo a su progenitora, amante de la naturaleza, del Merendón e incansable emprendedora sampedrana.
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